03 Dic 2021

Marcel Barrena: “L’educació és el gran mecanisme de transformació”

NOTÍCIES > 03.12.2021

 Marcel Barrena: “La educación es el gran mecanismo de transformación”

Marcel Barrena (Barcelona, 1981) director de Mediterráneo, película nominada a los Premios Goya y candidata a los Premios Gaudí, reflexiona en esta entrevista sobre las posibilidades del cine como herramienta transformadora, la importancia de la educación o de cómo se acerca a les historias que posteriormente dirige. Barrena fue uno de los encargados de presentar en sociedad el proyecto Acció>Cinema. Mediterráneo se proyectará para alumnos de institutos en el Projecte Educatiu Mira’m, organizado por el Festival REC dentro de las actividades de Acció>Cinema.

Txt. Álex Gil

¿Crees que el audiovisual puede ser una herramienta transformadora? 

Creo que el cine es un generador de empatía hacia historias  y personajes que no conocemos. Es un gran escaparate para borrar tópicos, miedos e ignorancia, pero no es el motor definitivo. Es una herramienta más para ayudar al que yo considero que es el gran mecanismo de transformación que hay que es la educación, a través de las escuelas sobre todo, y también en casa. El cine siempre ayuda, siempre ha ido un paso por delante de la sociedad, pensemos en películas como Philadelphia, que fue un altavoz, un generador de empatía hacia los enfermos de SIDA y ayudó a acabar con este tabú. Pero sólo es una herramienta más, no la definitiva. Ayuda a poner cimientos, musculatura a un esqueleto que ha de ser más sociedad. Dicho esto todo lo que pueda decir o hacer el cine es enriquecedor y transformador. Pero yo siempre he pensado que si una persona dice que ha cambiado gracias a un libro, a una película, un poema o un discurso, yo creo que esta persona ya traía la labor hecha. Y que simplemente aquella película sólo le ha ayudado a dar el paso definitivo. El cine es muy importante pero forma parte de un global. 

¿Volverías al documental o crees que las historias llegan mejor desde la ficción, desde la creación de un personaje?  

Yo no marco ninguna frontera con los géneros. Cuando un proyecto me interesa intento entender cuáles son los mejores mecanismos para explicarlo. Cuando me llegó Món Petit yo tenía clarísimo que tenía que ser un documental, primero porque era un momento de mi vida que yo no podía levantar una ficción como aquella historia pedía, y después porque Albert Casals tenía una vida, una naturalidad, un aurea que yo creía imposible trasladar a la ficción. Me propusieron después hacer la película de ficción y yo creía que no tenía sentido. Cuando descubrí la historia de 100 metros también la podría haber hecho como documental, pero a mí me interesó más entonces el mecanismo de la ficción para modificar cosas de la historia que yo creía que se tenían que modificar, porque hay cosas reales que trasladadas a la pantalla no las acababa de ver. Y lo mismo me pasó con Mediterráneo, ya había otros documentales sobre el tema y me parecía una nueva herramienta para hablar sobre él. Yo cuando me llega una historia no descarto nunca nada. No hago ninguna separación entre documental y ficción, para empezar el documental es mi género preferido como espectador. Si me llega una historia que veo que la puedo explicar mejor desde el documental la explicaré desde el documental. Valoraré cuál es la mejor herramienta, lo que sí que no volvería a hacer es repetir conceptos. No haría otra película sobre la esclerosis múltiple o sobre la crisis de refugiados en el Mediterráneo porque creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir.

En Món Petit o 100 metros nos acercaste historias de superación. En Mediterráneo a un gran conflicto humano. ¿Cómo te llegan las historias? ¿Qué te hace decidirte por estos temas a la hora de dirigir?

Una mezcla de muchos elementos. Que me salten las alarmas de que puede haber una historia interesante, que yo pueda explicar, que me aporte cosas a mí como persona y que pueda interesar a mi entorno. Y claro, que sea factible de realizar. Me podría obsesionar con una historia de ciencia-ficción imposible de hacer. Hay una serie de elementos que a mí me hacen implicarme en una historia, ya sea más sencilla o más complicada. Que yo la entienda, que me aporte cosas y que me acerque a temas que para mí son totalmente desconocidos como por ejemplo la leucemia, o modos de vida que no son el mío. En 100 metros, un canto a la superación, un grito de ayuda, contra el desconocimiento de una enfermedad grave y de mucho impacto. Y en Mediterráneo también lo mismo, descubrir un mundo totalmente complejo en nuestras fronteras, ¿por qué no se ayuda si se puede hacer? y descubrir unas personas reales. Una historia que yo creía que podía explicar desde la ficción con una estructura de cine que se adecua al cine espectáculo para llegar a cuanta más gente sea posible explicando un tema que es verdaderamente importante. ¿Qué me hace implicarme en una historia? Pues una mezcla de todas estas cosas. Dentro de tus posibilidades has de hacer alguna cosa. Yo por mucho que entrene no soy capaz de hacer una Iron Man, pero sí que puedo hacer una película. También es un tema de motivación, cosas que te vibran y que no te vibran. ¿Qué lleva a un músico a hacer una canción? Supongo que algo tan irracional como la emoción. Y también que si yo he de estar muchos años con una historia ha de ser con una historia que me enseñe, que sume es fundamental. 

¿Es difícil encontrar el equilibrio a la hora de hacer una película de ficción sobre personajes y temas todavía vivos sin caer en los tópicos? 

El equilibro es muy complicado, pero todo se basa en él. Primero es muy importante encontrar el tono y después que la historia se adecue a este tono. Se ha de ser muy fidedigno y muy respetuoso con los personajes reales. A partir de aquí entonces han de funcionar los mecanismo para explicar la historia. Siempre que haces una película basada en hechos reales hay cosas que se tienen que alterar para adecuarlas en esta estructura y es aquí cuando puedes caer en tópicos. Lo tenemos como algo malo, pero los tópicos pueden ser cosas buenas. Al final la vida está llena de tópicos. Ser original es muy complicado y a veces no tiene por qué ser bueno del todo. El miedo no es caer en trampas si no ser respetuoso. A la hora de hacer Mediterráneo uno de los retos era encontrar el equilibrio entre hacer una película interesante y justa con los personajes reales, sobre todo en este caso con el tema de los refugiados. Explicar de una forma respetuosa en una película que pueda llegar lo más lejos posible, este es para mí el equilibrio que hay que encontrar.

En Mediterráneo hicisteis un gran esfuezo por intentar comprender la realidad que estábais grabando. ¿Te preocupaba ofrecer una mirada demasiado occidental del conflicto?

Mi mirada es la europea. Yo no puedo engañar a nadie. Tengo la mirada de alguien de Barcelona. Pero estaba explicando la historia de unos personajes de Badalona que estaban viviendo un conflicto que los superaba. El foco lo tenía que poner en los personajes que yo realmente conozco, los socorristas de Open Arms, los griegos y los sirios que conocí. No hemos intentado aleccionar a nadie, ni blanquear una historia. Lo que sí que hicimos es documentarnos todo lo posible para dar respuesta a todas las preguntas que se podrían hacer todos los personajes para ser fidedignos. ¿Qué habría pasado si nuestros personajes principales fueran los sirios? Quiero pensar que también lo podría haber hecho, pero puede que en lugar de haber sido 4 o 5 años de trabajo podría haber sido muchos más y me tendría que haber rodeado de gente diferente. Nosotros explicamos una historia real de una gente real que interpelaba a personajes de otras culturas, en este caso miles de personas de Siria. ¿Es una visión europeista? Sí, porque los que lo estamos haciendo mal somos los europeos. Yo creo que eso queda claro en la película.

¿Crees que los festivales de cine pueden ser un buen altavoz para este cine de denuncia?    

Todas las iniciativas que consisten en compartir cultura, voces, discursos que nosotros no tenemos al lado, me parecen una gran iniciativa.Todo el trabajo que hagan los festivales me parece que suma. Es un buen altavoz. La única cosa que me preocupa, que creo que pasa con nuestra película y con otras, es que no trascienda y al final te acabes dirigiendo sólo al público convencido. Si hacemos una película y la ven sólo los implicados pues es un problema. En lugar de convencer a los convencidos hay que abrirse más, quizás los festivales tienen una misión que es descubrir títulos que no llegarán nunca al circuito comercial, porque siempre manteniendo esta idea, sin en los festivales hubiera sitio para películas más populares, quizás llegaríamos más lejos. También si los festivales pudieran llegar a las escuelas, llegar a la educación, entonces generaríamos esta fuerza del cambio. Todo pasa por la educación. Los que hacemos cine tenemos una asignatura pendiente que es enamorar a los que todavía no lo están. Intentar llegar lo más lejos posible, llegando a la gente que normalmente no puede ir al cine.